No pudieron los Leones capitalinos sobrepasar el umbral para entrar en la gran final de la pelota cubana, en esta edición número 59. Los Toros camagüeyanos destrozaron pronósticos adversos motivados por su inexperiencia como conjunto en estas lides, y le dieron un portazo en la cara a la aguerrida tropa de los Industriales, quienes tuvieron que apagar las luces de su majestuoso Estadio Latinoamericano, hasta la próxima temporada.
Completar una década sin títulos es un duro golpe para el equipo más ganador de nuestros campeonatos domésticos y, más aun, cayendo tres veces consecutivas ante un rival que, aunque concluyó en la primera posición en la etapa clasificatoria, fue vencido por los azules en nueve de los 12 desafíos previos, incluyendo un par de barridas en línea.
Sin demeritar la actuación de los discípulos de Miguel Borroto -quienes en todo momento demostraron su superioridad en el terreno de juego y se merecieron con creces el pase finalista-, tendremos tiempo de analizar las causas de esta debacle concluyente, así como los factores que influyeron en contra del ansiado empuje final que necesitaban los capitalinos.
Sin duda, no se pudo aprovechar la tremenda ventaja que parecía un Coloso del Cerro desbordado como nunca antes lo hemos visto, teniendo en cuenta las miles de personas, quienes se quedaron fuera, lo cual se convirtió en fuerza negativa para algunos jóvenes con protagonismos importantes dentro del conjunto. Por otra parte, a pesar de estar plenamente convencido de la entrega de los refuerzos convocados y su tremenda disposición para defender los colores de la capital, estos no pudieron dar el mejor uso a sus excelentes herramientas para jugar al béisbol y terminaron dando un aporte por debajo de sus posibilidades reales.
No obstante, fue una serie justa donde triunfó el mejor y la gran fanaticada de la capital disfrutó al máximo, durante cinco meses, de este deporte maravilloso, y vivió momentos memorables de grandes remontadas y épicas hazañas sobre la grama de los terrenos.
En la venidera campaña, aunque ya sin la presencia en el alto mando de ese gran hombre llamado Rey Vicente Anglada, este equipo que ha motivado a las multitudes, por tantos años, saldrá nuevamente al ruedo con su garra característica a continuar dando lo mejor de sí para que nosotros, los amantes incondicionales del béisbol, tengamos una vida más plena. Recojamos ahora los bates y las pelotas y felicitemos al campeón. Nos vemos en el estadio.