Cuando esta semana los Leones capitalinos salieron a la grama del estadio Julio Antonio Mella después de dos derrotas ante los actuales campeones nacionales, disminuidos por una epidemia estomacal que atacó a varios de sus jugadores y a algunos de los miembros de su dirección incluyendo a su timonel Rey Vicente Anglada, y lograron una contundente victoria; a los aficionados se les prendió una luz de esperanza y recordaron que en el béisbol no hay nada escrito y que los factores subjetivos pueden ser determinantes en este deporte impredecible y mágico.

Otra prueba de ello, la dieron una jornada después cuando dejaron tendidos en el terreno dos veces a los Cocodrilos matanceros (el mejor equipo de esta segunda parte del torneo) bajo un coro gigante en el Latinoamericano que coreaba “si se puede”, apoyados en la vergüenza, sacando esa garra que siempre ha distinguido a los equipos de la capital y rompiendo los pronósticos de los especialistas.

Ocurre que Industriales está en el frío sótano de la tabla de posiciones a tres juegos y medio de diferencia de la zona de clasificación a la post-temporada cuando casi llegamos a la mitad de esta segunda y última fase de competencia y muchos lo catalogan como el equipo más débil de los seis contendientes que luchan por la corona de campeón nacional.

Con muchos problemas en su cuerpo de lanzadores relevistas y una ofensiva que ahora mismo es la que menos produce-recostada en un hombre como Yordanis Samón y en la esperanza de lo que pueda aportar el ingreso de Frederich Cepeda-cifran sus esperanzas en el coraje de sus jugadores y en la salud mental de un colectivo que sea capaz de crecerse ante las dificultades y las carencias propias para lograr sus objetivos.

Ya sucedió en la temporada pasada cuando lograron imponerse en más del 80% de los últimos desafíos para quedarse a solo unos centímetros de alcanzar el boleto finalista y sucedió también hace nueve años cuando lograron por última vez subir a lo más alto del podio en un final épico que nunca olvidará su gran fanaticada.

Ahora, cuando ya comienzan a sonar las alarmas de peligro y las matemáticas se vuelven complejas, cuando el tiempo gotea implacable sobre las cabezas de los peloteros y el nombre de Industriales ha salido de los listados de favoritos, es el momento de grandes remontadas y de historias increíbles.

La tarea del Rey es encontrar las motivaciones, buscarla en los rincones, sacarla de adentro de cada uno de sus jugadores y esparcirlas en el viento. Si se puede. Nos vemos en el estadio.