Dentro de solo unas horas, los Leones capitalinos estarán enfrentando a los Alazanes de Granma en un duelo a muerte por uno de los cupos extras para pasar a la segunda fase del campeonato.
En la trinchera opuesta, estará el hasta este minuto considerado el mejor lanzador del país (Lázaro Blanco), crecido por la algarabía de la fanaticada que sin dudas llenará los graderíos del estadio Mártires de Barbados.
A estas alturas, ya nada de eso importa, las estadísticas no cuentan. Nadie reparará en el bateo terrible de los Industriales, ni en el mejor picheo de los orientales. Pocos hurgarán en los números para encontrar mapas que indiquen el camino a las victorias. Nadie correrá saltando de alegría cuando encuentre que este o aquel le batea muy bien a los derechos o que el otro es más efectivo con hombres en posición anotadora. No importarán las curvas de rendimientos, ni el poder al bate, ni la velocidad con la que lance nadie, ni siquiera la historia, ni los campeonatos ganados en el pasado.
Un Play Off (y este lo es) es otra cosa, es un mundo mágico, un escenario místico donde solo triunfan el coraje, la maestría, la concentración y la psiquis humana.
La tropa de Rey Vicente Anglada viene jugando este tipo de partidos desde hace varias jornadas cuando muchos veían la clasificación como un sueño quijotesco y el boleto para entrar en este batalla estaba metido en un saco lleno de agujas oxidadas.
Pero otra vez sacaron su estirpe, encontraron la motivación debajo de las piedras y salieron victoriosos en ocho de sus últimos diez partidos, terminando bajo los fuegos artificiales y la ovación cerrada de sus fieles al salir por la puerta ancha en sus últimos tres desafíos para apoderase del sexto escaño en la tabla de posiciones y garantizar jugar dos veces en el Latinoamericano para definir el ansiado pase al segundo capítulo de esta historia.
No es nada nuevo, los Azules están acostumbrados a las tribunas llenas, no se intimidan en ruedos adversos, ni ante bicampeones nacionales, no se apartan del camino ante las estampidas de caballos salvajes y nunca, bajo ninguna circunstancia, dejan caer en el fango de las adversidades la bandera azul de las letras góticas. Por eso son temidos, por eso los evitan en este tipo de pugnas definitorias, por eso sus rivales fabrican estrategias para ahuyentarlos por otros caminos y tiemblan cuando salen a la arcilla del coloso del Cerro.
Llegó el día, la batalla comienza este domingo en Bayamo, una ciudad que una vez prefirió ser quemada antes de tomada por los enemigos, un escenario hostil y heroico, un bastión difícil pero que puede caer bajo el empuje siempre sorprendente de las huestes capitalinas. Apoyemos a los nuestros. Nos vemos en el estadio.