Continúan con su paso errático los leones de Industriales por esta segunda etapa del campeonato. A medida que se van venciendo jornadas, el boleto a la post-temporada queda cada vez más lejos.

Algunos aficionados han depuesto las armas al ver la inefectividad de los lanzadores, la inestabilidad con el madero y la increíble cantidad de errores que se están cometiendo en el terreno de juego, algo inusual en los currículos de los antepasados azules. Los más fieles y optimistas aún esperan la remontada, basan sus tesis en la cantidad de partidos que todavía le faltan al calendario regular (27) y en la estirpe que a través de los años ha caracterizado a las huestes capitalinas.

En medio de las tormentas, “El rey” se mantiene firme al mando de su tropa, como todo buen comandante y sus palabras son música para los oídos de todos los que sueñan en azul: “Industriales tiene su mística. Cada uno de los jugadores tiene presente su función en el equipo y eso es muy importante. Todos los conjuntos tienen que tener jugadores con funciones diversas y la dirección tiene que trabajar en eso y hacerles saber a ellos de lo que son capaces. Muchas veces estos jugadores han decidido campeonatos.

“Hay que saber mover las piezas, aquí tengo un colectivo de trabajo especializado muy bueno que me ayuda muchísimo y tomamos decisiones conjuntas. En un gran porcentaje de las veces acertamos las estrategias. Por eso es que estamos ahí en la pelea, sinceramente lo único que funcionó en la primera etapa fue la ofensiva. Tuvimos muchos problemas a la defensa que no nos tomó por sorpresa y las lesiones nos han golpeado duro, pero con todo lo que nos ha sucedido, con todos los problemas, seguimos ahí, batallando, y a pesar de todo esto, vamos a clasificar para los play off”.

Esperemos que Rey Vicente Anglada logre imprimirles ese optimismo a los jugadores y sepa sacarles lo mejor de cada uno de ellos en lo que resta de esta segunda fase de la contienda. Este es el último año que veremos a una leyenda como él al mando de equipos provinciales.

Sería un privilegio enorme quedarnos con esa imagen del “Rey” entrando en la Ciudad Maravilla vitoreado por sus fieles, con una corona de laureles en su cabeza y el trofeo de campeones en su mano derecha. Un regalo sin parangón en la historia de los dioses beisboleros. No hablamos de quimeras ni estoy viendo gigantes donde hay molinos de viento. Sí se puede. Nos vemos en el estadio.