El proceso revolucionario cubano siempre fue singular. Esta singularidad lo llevó -ya sea por características intrínsecas o por la radicalización producto de las agresiones-, a transformarse en algo mucho más grande. Desde un inicio se transformó en la construcción de una sociedad nueva, que rompiera con todo el pasado de subordinación. Y un hecho importante en este tránsito fue la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana, el 16 de abril de 1961.
Ya en 1958, antes del triunfo, hubo planes de Estados Unidos de asesinar a Fidel en la Sierra Maestra. También en lejanas fechas, las declaraciones de la diplomacia americana dieron a entender que contemplaban la posibilidad de una intervención militar directa. Con la Revolución en el poder la hostilidad es más abierta: el asilo a criminales del ejército y la policía batistiana, el intento de desplante del presidente Eisenhower al Comandante en Jefe Fidel, en su visita a Estados Unidos que también se convirtió en una victoria.
Los hechos se sucedieron a máxima velocidad. Las medidas del poder revolucionario cada vez más chocaban contra los intereses de los gobernantes y círculos de poder norteamericanos, acodados por la burguesía aristocrática cubana que se beneficiaba de los gobiernos de turno en la llamada seudorepública.
La escalada de acciones de Estados Unidos para derrocar a la Revolución cubana marcaron, para siempre la relación de injerencia y hostilidades directas o encubiertas a través de la vía terrorista, intentos de coerción en escenarios de la diplomacia –léase Naciones Unidas- ataques terroristas, atentados (incluso con el apoyo de la mafia estadounidense), sabotajes e infiltraciones en todo el archipiélago como una forma del alto precio que ha de pagar la Revolución para defender la soberanía cubana y la independencia.
El 15 de abril de 1961, aviones disfrazados con la insignia de la naciente Fuerza Aérea Cubana (FAR) y pilotados por exiliados convertido en mercenarios y hasta aviadores norteamericanos bombardean los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños, y Santiago de Cuba.

Mediante el ataque simultáneo, iniciado en los albores del amanecer, impactaron las bases aéreas y las zonas residenciales aledañas a estos aeropuertos, fundamentalmente, en el municipio de Marianao, en los alrededores del antiguo cuartel militar de Columbia, devenido en la Ciudad Escolar Libertad.
En este lugar cayeron siete personas víctimas de la metralla, entre ellos el miliciano Eduardo García Delgado quien escribiera con su sangre en una pared el nombre de Fidel, símbolo de la decisión de todo un pueblo. Otros, poco más de cincuenta vecinos de la zona resultaron heridos.
El sepelio de las víctimas ocurriría al día siguiente. El 16 de abril de 1961 se reunían los habaneros en la esquina de 23 y 12, casi a las puertas del Cementerio de Colón, donde Fidel despedía el duelo. Las informaciones compiladas por los servicios de la inteligencia cubana confirmaban el preludio de una invasión de mayores proporciones por algún punto del territorio nacional.
Durante el dolor popular compartido en aquel acto, Fidel, llama a la movilización de las milicias y declara el carácter Socialista de la Revolución. En sus palabras se esbozaba el desarrollo lógico del proceso revolucionario que hoy defendemos ante los disímiles retos que nos impone una guerra mediática, bajo un férreo bloqueo económico y comercial, que trasciende, incluso, todas las regulaciones diplomáticas contempladas en la Carta de Naciones Unidas. Han pasado 62 años y el Socialismo sigue siendo el camino para defender la independencia y soberanía del país.
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