Desde pequeña siempre escuchaba a mi papá hablar con orgullo de sus tíos asaltantes del cuartel Moncada: los hermanos Alejandro, Armelio y Antonio Ferrás Pellicer, nacidos en Gibara, Holguín, hijos de Carmen Pellicer y del luchador mambí Juan Ferrás González, provenientes de una familia opositora a la tiranía de Gerardo Machado y colaboradores de la Joven Cuba de Antonio Guiteras.
Con el paso de los años siempre mantuve una relación estrecha con Antonio y Armelio, sin embargo, de Alejandro, el mayor de los hermanos, y el único que aún vive, solo tenía un vago recuerdo, pero siempre escuchaba hablar sobre el Sitial Moncada, que había creado en un antiguo solar yermo ubicado en Marqués González No. 209 entre San Miguel y Neptuno, municipio de Centro Habana, con la cooperación de amigos y muchachos de la comunidad, un rincón para la historia nacional, con un lamentable deterioro, donde atesora sus recuerdos del hecho.

Cuando lo entrevisté hace más de dos años, tenía 96 años, pero recordaba cada momento como si lo hubiera vivido recientemente. Contaba que al inicio de la década del 40 se trasladaron para La Habana, en busca de mejores opciones. Simpatizaban con el Partido Ortodoxo pero después del golpe de Estado de Batista el 10 de marzo de 1952 quedaron desorientados por la falta de acción de sus dirigentes.
“Queríamos luchar pero necesitábamos un líder y no lo encontrábamos. Entonces conversamos con nuestro amigo Ángel Pla que nos dijo: - Yo conozco a un joven abogado que sí es un líder -, y así nos contactó con Fidel”.
Así evoca su primer encuentro con Fidel: “Angelito lo trajo una noche a la imprenta donde trabajaba Antonio. Cuando llegó fuimos para una barbacoa en la que había una mesa preparada con un juego de dominó por si nos sorprendían. Le dije, quiero que nos expliques cuál es tu programa, qué tienes pensado hacer. Cuando terminó de hablar le comenté, ese programa es igual al de Guiteras, quiero que sepas que estamos dispuestos a unirnos contigo en esta lucha”.
A partir de ese momento comenzaron varias sesiones de entrenamiento: “primero fueron en la Universidad de La Habana, pero tuvimos algunas dificultades y Fidel nos llevó para el campo, en las afueras de la capital. Un día nos llamó a la oficina de Abel Santamaría, y nos dijo, tenemos que salir, digan en su casa que van a Varadero, por lo que no pude decirle a mi mujer para donde iba”, afirma Alejandro.

El día del asalto
Fidel citó a los tres hermanos el 24 de julio, Armelio fue en un carro, y Antonio y Alejandro en otro. Al día siguiente se reencontraron en la granjita Siboney, donde llega Fidel, les da las orientaciones y las armas y les dice: - estas armas no son para matar soldados, solo dispararemos si es necesario -. Luego les entregaron los uniformes: “Me di cuenta que debía quedarme con la ropa de civil debajo del uniforme y así se lo recomendé a los demás, esto fue muy útil después”, comenta.
En la mañana del histórico día partieron hacia el Moncada para combatir, pero al no ocurrir los hechos según lo previsto, Fidel da la orden de retirada. Este fue un momento angustioso para Armelio y Antonio porque faltaba Alejandro. Lo veían en el suelo y no sabían qué pasaba. Bajo la balacera era imposible ir hasta donde estaba. No estaba herido, se había tirado al suelo para esquivar las ráfagas de una ametralladora, pero ellos no lo sabían.
Armelio recordaba dónde vivía una prima. Allí encontraron la ayuda requerida, pero la angustia era muy grande: casi estaban seguros que Alejandro había muerto en combate. Como a las diez de la mañana apareció. Luego el esposo de la prima les da 75 pesos y les busca un carro para que los sacara de la ciudad.
Cuenta Alejandro que se dirigían hacia Holguín, pero antes pasaron por Bayamo, donde los detuvo un guardia y les pregunta: - ¿De dónde son ustedes? ¿Qué hacen aquí? - Los hermanos dijeron que eran de Gibara y que venían de los carnavales.
Entonces los registra y encuentra un Diploma de la Logia Unión Fraternal de Gibara que Alejandro llevaba consigo, “en ese momento el guardia me hace el saludo masónico, y nos dice, sigan que no hay ningún problema”. Por fin llegaron a Holguín, donde retornaron en una guagua para La Habana.
¿Qué sucedió después?
Continuaron la lucha contra la tiranía en la clandestinidad. Militaron en el Movimiento 26 de Julio, pero Alejandro y Armelio fueron delatados por uno del grupo, por lo que tuvieron que exiliarse para New Jersey un año antes del triunfo. Allí se reunían algunos cubanos del movimiento, quienes recaudaban dinero para contribuir a la lucha.
Meses más tarde, su hermano Armelio retorna para Cuba, y participa en una serie de sabotajes económicos en la capital, así como en el cumplimiento de disímiles tareas y misiones, encaminadas al derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.

Al ser descubierto va a vivir para casa de un primo en Colón, Matanzas, donde conoce a Eloísa Díaz Ordaz, conocida como “La Guajira”, combatiente de la lucha clandestina, de la que se enamora, por lo que decide residir de manera permanente en esa ciudad.
El espíritu de sacrificio caracterizó a Armelio durante toda su vida. Fue electo delegado de circunscripción de los Órganos del Poder Popular desde 1974, durante 16 años. Fue miembro del Comité Municipal del Partido. El 5 de noviembre de 1988 es nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad de Colón por decisión de la Asamblea Municipal del Poder Popular.
Los últimos años de su vida los pasó en La Habana, donde fallece enfermo el 12 de octubre del 2005 y por petición expresa fue sepultado en Colón, donde en el Museo de la localidad, una interminable fila de estudiantes, trabajadores y compañeros de lucha le rindieron postrer homenaje, y entre las ofrendas florales estaban las del Comandante en Jefe Fidel Castro y del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
A su vez, Antonio, quizás el menos conocido de los hermanos, combatió en Girón y en Angola. Y Alejandro, al triunfar la revolución retorna a la Isla, sobre este momento rememora: “Llegué a La Habana dos días antes de la entrada de Fidel, y fuimos todos a esperarlo y saludarlo… Años más tarde nos volvimos a reunir y recordamos aquel día del asalto, fue la última vez que lo vi tan cerca”.
En la actualidad Alejandro ya no recuerda claramente todos los hechos, pues sus casi 99 años, le juegan una mala pasada, pero en su Sitial del Moncada y especialmente en su corazón, albergará para siempre esta parte de nuestra historia.

Extraordinaria nota!!
Honor y Gloria a estos tres hermanos combatientes.
CUBA tiene una hermosa historia que todos debíamos conocer para sentir orgullo honesto por nuestro país. Creo que deben divulgarse más las historias de esos hombres sencillos, que desde entonces y hasta ahora, han ofrecido lo mejor de sí para el triunfo de las ideas revolucionarias. Les debemos eso.el reconocimiento y respeto a sus vidas y obras, porque desde el Asalto al Moncada, junto a los gigantes que iban delante,, han sido los hombres sencillos del pueblo los que con su entrega y sacrificio constante nos han traido hasta aquí...