Aunque el primer servicio telefónico fue inaugurado en la capital cubana el 6 de marzo de 1882, existe un antecedente que data del 2 de julio de 1881, cuando se levanta el acta oficial en ocasión de la primera subasta pública de la red telefónica interior de La Habana.
Dicha red fue adjudicada a Vesey F. Butler, vecino de la calle de Mercaderes, con el compromiso de poner en funcionamiento el servicio telefónico dentro de los seis meses posteriores a la entrega oficial, y dejar en poder del Estado, el servicio, aparatos y material empleado, a los siete años.
Se dice que Butler representaba los intereses en Cuba de la compañía norteamericana Edison Telephone Exchange, quien el 8 de noviembre de 1881, informó por carta al Inspector General de Telégrafos que había convenido transferir la concesión del servicio telefónico al Sr. George M. Phelps, secretario, tesorero y representante en Cuba de la Compañía Eléctrica de Cuba, subsidiaria de la poderosa Western Electric Company, de Nueva York.
El 2 de diciembre, Butler informaba que había sido nombrado administrador, “con poderes generales”. Y el día 21 anunciaba que la red contaba con una extensión de 33 kilómetros, con 78 estaciones instaladas, superior al compromiso inicial, que era de 50.
Durante los meses de enero y febrero de 1882 funcionaban de forma regular o en ensayo, algunas líneas del servicio telefónico de La Habana, hasta su inauguración oficial, fecha en que había más de 350 suscriptores. Sin embargo, la historia de la telefonía en Cuba, especialmente en La Habana, comenzó años atrás.
EL PRINCIPIO DE LA TELEFONÍA SE DESCUBRIÓ EN LA HABANA
Por más de un siglo se atribuyó la paternidad del teléfono al físico británico Alexander Graham Bell, hasta que el 11 de junio de 2002, el Congreso de los Estados Unidos reconoció oficialmente al italiano Antonio Meucci como su verdadero inventor. En el Boletín Oficial de la Cámara de Representantes, publicaron la Resolución Nº 269, en la que se honra la vida y el trabajo de Meucci y se reconoce que él demostró y publicó su invento en 1860.

En 1835 Antonio Meucci y su esposa habían emigrado de Florencia hacia La Habana, donde vivieron durante quince años, en los que Meucci trabaja como tramoyista, maquinista, pintor decorador. Realizó numerosas innovaciones, entre ellas, un sistema de filtros para la depuración del agua e introdujo el uso de la parafina en la fabricación de velas; y lo más trascendental, descubrió el principio de la telefonía.
Mientras trabajaba en el Teatro Tacón, continuaba con sus investigaciones en su tiempo libre. Inventó un nuevo método de galvanización de metales que se aplicó en equipos militares del ejército cubano. También desarrolló una terapia para tratar enfermedades reumáticas a través de la aplicación de descargas eléctricas.
En una ocasión, un paciente le pide que le quite un terrible dolor de cabeza. Meucci le hizo sostener en una mano una lengüeta de cobre y en la otra el mango de corcho de un instrumento que tenía otra lengüeta metálica y le pidió que introdujera esta última en la boca cuando se lo ordenase.
Al aplicar este procedimiento, tuvo lugar una casualidad afortunada porque Meucci, queriendo tener una idea de la intensidad de la corriente que atravesaba a su paciente, de vez en cuando se insertaba en serie con él. Con esta intención, sostenía en la mano un instrumento igual al que el paciente debía introducirse en la boca, cerrando el circuito con la batería.
Cuando el paciente introdujo en la boca la lengüeta, al recibir la sacudida eléctrica emitió un grito. Meucci creyó haber oído este sonido más claramente. Entonces acercó el cobre de su instrumento a la oreja y escucha el sonido de su voz a través del alambre. Este fue el origen de su idea de la transmisión de la voz humana por medio de la electricidad.
No se sabe si el enfermo mejoró su dolor de cabeza, pero se dice que a partir de ese momento colaboró con Meucci, quien lo sometió a una serie de experimentos de telefonía. Este añadió un cono de cartón alrededor del instrumento del “paciente” que en adelante sostendría en sus manos uno solo, pues no era necesario que fuese atravesado por la corriente e hizo variar el número de elementos de su batería para ver hasta qué punto podía disminuirse la tensión.
Entonces ordenó al individuo que repitiese la operación anterior, y que hablase dentro del cono. Este llevó el cono a la boca, y el de Meucci en la oreja, quien recibió el sonido como un murmullo. A partir de ese momento reconoció que había obtenido la transmisión de la palabra por medio de un alambre conductor y lo nombró telégrafo parlante.
Abandona Cuba en busca de más oportunidades para desarrollar sus tecnologías en Estados Unidos. En los años cincuenta comenzó a diseñar prototipos telefónicos. Construyó un primer modelo en 1855 y en 1871 presentó un artilugio perfeccionado.
Meucci, en una situación económica precaria, tuvo que vender los derechos de sus otros inventos. Un accidente, la explosión del vapor Westfield, del que sale con severas quemaduras, obliga a su esposa a vender los trabajos de Antonio a un prestamista por seis dólares.
Trabaja intensamente en la reconstrucción de su mayor invento. Solicita en Nueva York la patente del teletrófono. Para renovarla debía pagar diez dólares cada año. Cumplió esta obligación los dos primeros, pero en 1874 la carencia de recursos y otras dificultades le impidieron hacer el pago en el tiempo establecido, por lo que se vio privado de la patente definitiva.
Meucci buscó entonces apoyo económico y presentó su teletrófono a la Western Union, pero la famosa compañía de telégrafos rechazó la oferta. Para su sorpresa, en 1876 Alexander Graham Bell patentó un aparato de transmisión de voz al que llamó teléfono, comercializado por la propia Western Union. El científico italiano reclamó sus derechos en los tribunales, pero murió el 18 de octubre de 1889 sin que nadie reconociera su aportación a uno de los principales inventos de esa época.
LA PRIMERA LLAMADA TELEFÓNICA EN ESPAÑOL
Dos años después que le concedieran a Graham Bell la patente de invención del teléfono, se pusieron a prueba en La Habana dos de sus aparatos. Por lo que la primera llamada en español de la que se tiene noticia en la historia de las comunicaciones en Iberoamérica, fue en La Habana, desde el Cuartel de bomberos situado en San Ignacio, entre Luz y Acosta.
Dicen que cuando el doctor Juan J. Musset, vicepresidente del Cuerpo de Bomberos del Comercio de La Habana, conversó casi una hora por teléfono con su esposa, el 2 de noviembre de 1877, ante periodistas y personalidades del Gobierno, demostraba públicamente la eficacia del funcionamiento del teléfono.
Según reportó el periódico La Voz de Cuba, el aparato, conformado por un alambre muy fino con dos cajitas de diez pulgadas de largo, cinco de ancho y tres de alto en los extremos, también permitió que Musset escuchara desde el Cuartel, como su hija tocaba al piano Las Malagueñas, en la sala de su casa, en la calle Amargura.
Por otra parte, el primer teléfono particular que se instaló en Cuba fue el que tuvo la casa Ginerés y Compañía, comerciantes importadores que vivían al lado de la central, y su número telefónico fue el segundo, porque el primero se lo reservó el propio centro telefónico.
Referencias
- Enciclopedia cubana Ecured
- Blog Almejeiras
- Sitio web de BBC