La Protesta de los Trece, liderada por Rubén Martínez Villena, fue la primera expresión política de los intelectuales cubanos, como grupo definido, a través de la cual quedó pactado su compromiso con el destino de la Patria. 

El hecho que suscitó la histórica protesta fue la compra, por el presidente cubano Alfredo Zayas y Alfonso, del Convento de Santa Clara de Asís a un precio exorbitante, con fondos del Estado, en una época en que la economía cubana estaba en muy mal momento. 

Muchos se opusieron, por lo que no se pudo aprobar la transacción por ley, pero el Presidente logró que Erasmo Regüeiferos, Secretario de Justicia, refrendara el decreto presidencial. Esta acción provocó el repudio popular, pues escondía uno de los tantos negocios engañosos comunes en la República mediatizada. 

El 18 de marzo de 1923, aprovechando que en el salón de actos de la Academia de Ciencias de Cuba iba a efectuarse un homenaje a la educadora uruguaya Paulina Luissi, donde asistirían Zayas y Regüeiferos, quien estaría a cargo del discurso central, un grupo juvenil pensó que era una ocasión propicia para manifestar su indignación. 

A media tarde los jóvenes penetraron en el salón, sentándose en el centro del público, integrado en su mayoría por mujeres. Desde allí siguieron el desarrollo del acto. Cuando se anuncia al Secretario de Justicia, Villena se pone de pie, seguido por sus amigos, solicitó permiso a los organizadores y asistentes al acto y pronunció un breve pero tajante discurso de denuncia: 

“Perdonen la presidencia y la distinguida concurrencia que aquí se halla, que un grupo de jóvenes cubanos, amantes de esta noble fiesta de la intelectualidad, y que hemos concurrido a ella atraídos por los prestigios de la noble escritora a quien se ofrenda este acto, perdonen todos que nos retiremos. 

“En este acto interviene el Doctor Erasmo Regüeiferos, que olvidando su pasado y actuación, sin advertir el grave daño que causaría su gesto, ha firmado un decreto ilícito que encubre un negocio repelente y torpe, digno no de esta rectificación y de reajuste moral, sino de aquel primer año de zayismo.” 

Nadie fue capaz de pronunciar palabra alguna, y Villena prosiguió: “Perdónenos el señor ministro de Uruguay y su señora esposa. Perdónenos la ilustre escritora a quien con tanta justicia se tributa este homenaje. Protestamos contra el funcionario tachado por la opinión, y que ha preferido rendir una alta prueba de adhesión al amigo antes que defender los intereses nacionales. Sentimos mucho que el señor Regüeiferos se encuentre aquí. Por eso nos vemos obligados a protestar y retirarnos”. 

Ante las palabras acusadoras palideció el Ministro, cayeron de sus manos las cuartillas y fracasó el homenaje. Los trece protestantes abandonaron la sala ante la sorpresa y el desconcierto de los presentes. Ocurría así la llamada Protesta de los Trece

Al retirarse del local, se dirigieron a la redacción del Periódico “Heraldo de Cuba”, donde Villena redactó el Manifiesto de la Protesta de los Trece, en el aseguraba: “nos sentimos honrados y satisfechos por habernos tocado en suerte, iniciar un movimiento que patentiza una reacción contra aquellos gobernantes conculcadores, expoliadores, inmorales, que tienden con sus actos a realizar el envilecimiento de la Patria”. 

El manifiesto fue firmado por 13 de los 15 participantes. No firmaron Ángel Lázaro, que temía ser deportado por ser ciudadano español, y Emilio Teuma, quien alegó que por pertenecer a una Logia Masónica y ser Regüeiferos Gran Maestro de esa asociación, no podía, con su firma, quebrantar uno de los principios que regía dicha institución fraternal. 

Al día siguiente, el grupo hizo circular por La Habana un volante con una declaración, en la que bajo el título de La Protesta de los Trece, manifestaron su satisfacción por el hecho protagonizado, ofrecieron disculpas al Club Femenino ya que su intención no era otra que la de expresar la inconformidad de la juventud, a la vez que solicitaban el apoyo de todos los que sintiéndose indignados contra los que maltratan la República, piense y estime que es hora de reaccionar vigorosamente y de castigar de alguna manera a los gobernantes delincuentes. 

Este hecho ha sido reconocido históricamente como la primera acción cívica liderada por Villena, su "bautizo político", lo cual marcó la vinculación de una nueva generación de intelectuales cubanos a la lucha contra los males de la República. La protesta alcanzó círculos y actividades que parecían adormecidos. Desde su sección en el Diario de la Marina, Ramiro Guerra Sánchez escribió: 

“En aquel gesto puede decirse que cuajó el ideal más alto de la revolución: libertad para pensar, para ser, para afirmar la personalidad. Hasta entonces habíamos dispuesto, en nuestros juicios, de una escala de valores pseudocolonial, a base de convencionalismo, de respeto, de cobardía frente a lo insincero y falso; a partir de aquel momento tuvimos otra medida, llena de audacia, y de juvenil insolencia y, al mismo tiempo, de elevada rectitud moral. Después de aquella tarde nadie se sintió seguro en la posesión de una reputación legítima. Cada hombre debía ser capaz de resistir los recios martillazos de la verdad”. 

Referencia 

Protesta de los trece en Ecured