Luego de sendas semanas de actividades en los municipios y las provincias, a partir de mañana, con el programa a nivel de país, la LIX Jornada Nacional de Tránsito entra en la recta final para cerrar el telón el 26 de noviembre, aunque es menester asumir, en lo individual y colectivo, que en lo adelante se impone redoblar los esfuerzos y arrancarle, a diario, un pedazo a este ascendente y peligroso flagelo.

Que no se baje la guardia una vez que pongamos un pie fuera de casa, no importa si chofer o peatón, y ya sea en el marco de la Jornada o en cualquier otro momento. Ese ha sido el propósito supremo de cuantos eventos de este tipo se han organizado hasta fecha, como también lo es el de otras actividades del mismo corte, e incluso hasta el accionar de los agentes del orden en la vía, multas incluidas.

Hacer de los accidentes un mal menor está en nuestras manos. Pongamos por ejemplo la capital, en cuyas avenidas y carreteras, de enero a septiembre del año en curso, se produjeron 2 647 accidentes, con el lamentable resultado de 81 fallecidos y 1 104 muertos.

A pesar de que los choferes señalan el mal estado de las vías, los problemas con las señalizaciones y los desperfectos técnicos de los vehículos como las causas fundamentales, las estadísticas dicen otra cosa: más del 90% de tales percances responden a negligencias humanas (hacer otra acción mientras conducen, no respetar el derecho de vía, exceso de velocidad, desperfectos técnicos, violaciones de los peatones e ingestión de bebidas alcohólicas). 

Los baches en las calles y no tener ningún indicativo con la orientación de qué hacer en determinado tramo de vía, influyen negativamente, eso es verdad, pero si la falta de recursos impiden ofrecer solución de manera inmediata y abarcadora, extremar las precauciones resulta lo más aconsejable, sano y profiláctico, en tanto, desencadenar un accidente, poner el muerto o provocarlo, o mandar a uno o más de uno para un hospital o tener que ir uno mismo, nunca será opción sensata.

El tránsito es un fenómeno en el cual convergen o interactúan vías, vehículos, choferes y peatones. La seguridad vial, por su parte, plantea una premisa fundamental: observancia de las regulaciones, disciplina, buenas conductas, y ello, a su vez demanda, primero, conocerlas; luego, aceptarlas, y como tercer elemento, el accionar constante y riguroso por parte de los agentes del orden en la vía y las autoridades e integrantes de los organismos que convergen en la consecución de tan noble propósito.

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