Pareciera que el número 13 está cargado de mala suerte, pero no siempre es así. Y en esta ocasión fuimos testigo de que también puede anunciar buenas noticias. Justo después del acto provincial por el Día del Educador nos avisaron que debíamos seguir pues las actividades continuaban. No esperábamos que aumentarían las emociones. Se inauguraba la Casa para niños sin amparo familiar Bayamo, en el municipio de Arroyo Naranjo.
Es la número 13 en la ciudad, que en ahora fue síntoma de buenos augurios. Y parece que esta casa está destinada para recibir a lo más preciado: el futuro. Luego del corte de la cinta por las máximas autoridades de la capital, el miembro del Comité Central, Luis Antonio Torres Iríbar, secretario del Comité provincial del Partido y Reinaldo García Zapata, Gobernador de La Habana, fueron especialmente recibidos por los niños que en ese momento se encontraban (en el nuevo hogar) y por su director.
Desde un primer momento todos quedamos encantados por las condiciones del centro: 3 cuartos, cada uno con baños independientes, listos para recibir a 8 niños que lo requieran. Pero en ese lugar lo de menos son las condiciones materiales, aunque todas estaban satisfechas, sino los sentimientos que afloran al traspasar la puerta.

Uno sabe que se encontrará historias duras; pero igual te conmueven. Y lo pudimos notar desde las palabras que pronunció Aryam Andux García, su director. Contó del amor que ahí se respira, del agradecimiento a la Revolución por darles un hogar a niños que más lo necesitan, y con la voz quebrada habló también de la oportunidad de devolver el amor que una vez le dieron a él en una casa similar.
Porque Aryam, el joven con 26 años y que antes había sido director de tres escuelas, también fue acogido cuando niño por una de estas instalaciones. Hoy le toca a él estar al frente de esta y cuidar de los infantes en los que se ve reflejado. Y sinceramente, ¿quién mejor para entenderlos? Allí se conocen experiencias difíciles: enfermedades, abandonos, desamor… Y en cierta forma también se nota en la mirada de los niños, sobre todo cuando llegan, los silencios incómodos.
Por eso, para borrar toda sombra de sus miradas, se hacen obras como estas, para darle un hogar, no solo un techo. Y como quien se sienta con nuevos amigos se sentaron los niños con Torres Iríbar y García Zapata, quienes en ese momento olvidaron todo protocolo y conversaron en el patio, a la sombra de un árbol de aguacates, para contar cuentos, hacer historias y conocerse.
Mientras, en una esquina, Aryam respiraba satisfacción. Porque satisfacción fue la palabra con la que definió sus sentimientos y los de los otros 26 trabajadores del Hogar. Todos con la misión de acompañar en la formación de los niños que aquí residen desde los 7 a los 18 años y hasta que el Estado le entregue su vivienda. Satisfacción de contribuir al futuro de los pequeños.

La casa no escapa de la situación del país, pero no falta nada para procurarles a los niños lo que ellos necesitan. Porque si hay algún lugar donde se siente la obra humana de la Revolución, más allá de consignas, es este. Un sitio donde los niños encuentran la paz luego de pasados difíciles, se sienten hermanos unos de otros y saben que el amor hacia ellos es enorme. Y si alguno dudase de por qué hay que mantener en alto la bandera, habría que pensar en este Hogar, en estos niños, y en su director, satisfecho de devolver el amor y las oportunidades que un día le dieron a él.


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