Si en una cosa (casi) todos estamos de acuerdo es que la COVID-19 nos cambió la vida, de manera súbita. Y si bien es verdad que en algunos casos sacó -o exacerbó- lo peor que llevaban dentro, en otros, la mayoría –justo es reconocerlo- provocó –para mejor- un rediseño de paradigmas y puso de moda la solidaridad.

“Se hace lo que se puede, pero lo que sí no se puede es permanecer de brazos cruzados, cuando  la cooperación y el amor pueden marcar la diferencia entre la incertidumbre y la esperanza, el ser o no ser, la salud y la vida frente a tan peligrosa enfermedad e incluso la muerte”.

Yoel (con gorra) entrega el módulo a una de las beneficiarias, mientras el coordinador de la zona de los CDR lleva el control. Su hermano Pablo conversa con el delegado dela Circunscripción. Foto: Tribuna de La Habana

Así piensa el cuentapropista Yoel Medina Bencomo, quien, junto a su hermano Pablo, regenta un punto para la venta de productos del agro, en Calzada de Aldabó y calle 13, la más populosa intersección en el residencial Aldabó.

En el negocio, no sé, pero durante el intercambio con Tribuna de La Habana, Yoel lleva la voz cantante, aunque su consanguíneo no deja de asentir con la cabeza, en señal de aprobación.

“El asunto radica en tomar conciencia de que corren tiempos difíciles, en los cuales ayudar es tan importante como cuidarse. Hoy puede que vaya por mí, pero mañana, tal vez, habrá de tocarme. ¡¿Quién sabe?!  Apoyarnos los unos a los otros, de eso se trata”.

Ocurre que los hermanos Medina pusieron en práctica una iniciativa, dirigida a tender la mano a los más vulnerables entre los adultos mayores, el grupo etario que más riesgo corre ante un posible contagio de COVID-19.

Con el apoyo del delegado del Poder Popular, y representantes de los CDR y la FMC identificaron y censaron a los 122 ancianos de la Circunscripción, que superan los 60 años y viven sin ninguna otra compañía, y les  convocaron a acudir al “quiosco”, todos los sábados a media mañana, a fin de recibir, gratuitamente, una bolsa, con determinadas cantidades de la mayoría de los productos en venta, entre seis y 10 libras, que por lo general incluyen malanga, boniato, yuca, ají, calabaza, cebolla y alguna que otra cabeza de ajo.

Entrega a domicilio para quienes así lo requieran Foto: Wendy Oliva

Y para quienes, por una u otra razón, están imposibilitados de personarse, un grupo de voluntarios formó una brigada de cooperantes, cuyos integrantes se encargan de asistirles con la entrega del módulo en sus propios hogares.

La asistencia ya va para su cuarta semana. La voz se ha corrido y no solo es bien vista entre los abuelos beneficiados, asimismo la aplauden otros que, frente a la pandemia, cifran esperanzas en la ciencia y el respeto a regulaciones sanitarias y gubernamentales, pero también en el amor y el ofrecimiento.

“Nosotros no inventamos la solidaridad, pero sabemos que un mundo mejor no es posible sin ella”. Ante el encierro obligatorio y el  crecimiento de la demanda, es a ellos (ancianos vulnerables) a quienes más difícil se le hacen las cosas, y por eso son a quienes más debemos ayudar”, aclara  Yoel.

“Uno saca sus cuentas, en tanto es menester afrontar los costos y proteger nuestra única fuente de ingreso, pero el mundo no se acaba por cuatro pesetas menos. De qué valdría tener los bolsillos llenos y el alma vacía”. 

A quienes se preguntan si el “gesto altruista” no buscará en realidad un efecto propagandístico, o si el regalo a los abuelos en realidad corre a cuenta de otros clientes, Yoel les responde:

“La caridad, tal vez, admita esas trampas, la solidaridad (sincera), no. Yo convoqué a los ancianos, a nadie más, aunque no me molesta la presencia de nadie. Desde hace mucho tiempo contribuimos, sistemáticamente, con aportes de viandas y vegetales, con la Casa de Abuelos y el Hogar Materno, cercanos, sin fanfarrias ni estridencias.

Para la entrega de los productos se cumplen con las normas higiénico sanitarias. Foto: Wendy Oliva

“En cuanto a los precios, es verdad que son altos, pero mucho dependen los montos de las compras al por mayor. Te aseguro que en mi caso nunca se van por encima del límite fijado. Y si el cliente tiene dudas con el pesaje, está en el derecho de comprobar y reclamar. Aclaro que a los hermanos Medina Bencomo no nos gustan los timos”.

Y dicho esto, Yoel quiso terminar con una exhortación:

“Lo nuestro no es nada. Apenas un granito de arena. Convoco a todos mis homólogos a que hagan lo mismo porque, aunque no sean grandes cantidades por cada uno, si nos unimos todos, entonces, conscientes de que no es la solución definitiva, de cualquier manera valdrá  la pena”.