Y ahí está el mar, tan verdiazul, casi transparente en la parte cercana a la costa (por la arena del fondo y la poca profundidad), y marcando sus tonos azules cada vez más fuertes, hasta el límite del horizonte donde la vista abarca un semicírculo de abrazos entre el cielo y el mar. Todo un infinito azul.
Este mar bordeando Cuba, por donde llegaron hace más de cinco siglos los españoles a bordo de sus barcos de vela a “descubrir” tierras que luego conquistarían con muertes y más muertes, hasta arrasar los orígenes y asentar sus costumbres y lengua… El mismo al que se aventuraron también los ingleses, para tratar de adueñarse de las riquezas de la islita y cambiar el don por el sir y las gracias por thank you.

El mismo mar que, en nuestra Habana, se frena en el Malecón, para ser testigo de encuentros, caricias de amantes, lágrimas de desilusión y de alegría, cuitas de todo tipo y… despedidas. Siempre tengo que mencionar el mar, porque quien, ame La Habana, sea de tierra adentro, criado y vivido en Luyanó, La Víbora, Marianao, el Cerro o en cualquier municipio o barrio no costero, apuesto a que se vanagloria del Malecón y la Bahía, del Morro y su faro, de ese túnel que se disfruta solo de pensar que las aguas de nuestro mar, nos bañan por encima, aunque no podamos verlas (pero erizan la piel).
Siendo niña, en el local avileño donde di mis primeros pasos en la gimnasia, varias de las atletas en ciernes, cantábamos a voz en cuello varios números de Los Zafiros. Todas soñando con la inmensa Habana: Qué hermosa es mi Habana al ponerse el Sol/ bordeando la costa, hacia el Malecón/ camino del túnel, la música, el mar, de melancolía, nos suele llenar” o “Palomas como símbolo de paz, que es la gloria para ti, Habanaaaaa”.
Vuelvo al mar, que se convierte en playa al este y al oeste de la urbe capitalina, que recibe flores un día de octubre, y que se encrespa y enfurece ante un frente frío o una turbonada caprichosa de la naturaleza, y moja y penetra por calles y avenidas, inunda casas y se enseñorea de las zonas aledañas al litoral.
El mar, fuente de alimento natural y de abono para el alma. El mar, cantado por poetas y músicos de todos los confines… El mar oscuro y traicionero. En fin, como dijo el poeta, el mar, ancho, azul, democrático…

![[impreso]](/file/ultimo/ultimaedicion.jpg?1762921350)